Tenemos que confesarlo: a las vacas nos encanta la música. Sí, en nuestra oficina no puede faltar un poco de música para levantar el ánimo de vez en cuando. Y sabemos que, como nosotras, muchos de vosotros tampoco podéis pasar un día sin música. Y es que sin música, nuestro mundo sería mucho más anodino, más gris… La música nos evoca recuerdos, nos transmite sentimientos, nos evade del mundo por unos instantes… ¿Os imagináis la vida sin música? ¿Y el cine? ¡Cuántas películas han triunfado gracias a una banda sonora magistral! Por eso, hoy queremos rendir nuestro pequeño homenaje a este lenguaje universal que tan buenos ratos nos hace pasar, haciendo un recorrido por la historia de los formatos musicales, desde el fonógrafo de Edison al streaming que todos conocemos… ¡Porque no todo es Spotify en la vida! Si eres un auténtico melómano, quédate y descubre con nosotros cómo ha evolucionado la música desde el siglo XIX hasta nuestros días…
El fonógrafo
El fonógrafo fue uno de los primeros aparatos capaces de grabar y reproducir sonido. Lo creó el prolífico inventor Thomas Alva Edison en 1877, y su funcionamiento es sencillo. Está constituido por un cilindro de metal cubierto por papel de estaño, sobre el que se apoya una punta de acero colocada en el centro del diafragma. Al hablar delante del diafragma, las ondas sonoras de la voz hacen vibrar la membrana y las vibraciones se transmiten a una aguja de acero que va grabando surcos de diferentes intensidades sobre el estaño. Cada surco cuenta con toda la información sobre el sonido de nuestra voz y, de este modo, queda registrada en el cilindro. En cuanto al proceso de reproducción, era justo a la inversa: la aguja se deslizaba a través del surco ya hecho y hacía vibrar la membrana, que reproducía el sonido.
A pesar de ser concebido inicialmente como máquina de dictado para oficinas, el continuo perfeccionamiento de Edison y las mejoras introducidas por Alexander Graham Bell (quien sustituyó los cilindros de estaño por los de cera sólida aligeró la aguja y puso un motor para hacer girar el cilindro) dieron lugar a varias versiones que se comercializaron durante años con gran éxito.
El gramófono
El gramófono fue el primer sistema de grabación y reproducción de sonido que utilizó un disco plano, en contraposición al fonógrafo que grababa el sonido en cilindros de estaño o cera. Fue patentado por Emile Berliner en 1887, y se convirtió en el dispositivo más común para reproducir sonido grabado desde la década de 1890 hasta finales de 1950.
El gramófono utiliza un sistema de grabación mecánica analógica. Las ondas sonoras que emitimos son transformadas en vibraciones que mueven su resistente púa (generalmente de zafiro sintético a partir de 1902), y ésta traza surcos que conforman una espiral sobre la superficie de un disco metálico, que ha sido tratado químicamente. De forma inversa, para reproducir el sonido, la púa recorre los surcos grabados en el disco que gira en el plato del dispositivo, y las vibraciones mecánicas resultantes se transforman en sonido, el cual es emitido por la gran bocina que caracteriza a estos aparatos.
El invento de Berliner no es más que una mejora del fonógrafo de Edison, no obstante, acabó por imponerse en el mercado debido a su menor coste de producción, ya que de un único disco original se podían realizar miles de copias, mientras que con el fonógrafo sólo se podía realizar una única toma de sonido por cada representación original.
El tocadiscos
A pesar del gran éxito del que gozaba el gramófono a principios del siglo XX, un nuevo sistema comenzó a implantarse como resultado de la experimentación con un nuevo material: el vinilo. De este modo nació el disco de vinilo, que se impuso con gran rapidez.
El tocadiscos se creó hacia 1925, gracias a la aparición de un elemento clave: el brazo fonocaptor, es decir, el brazo que tiene la aguja en la punta y se coloca encima del disco mientras este gira para hacer sonar la música. Este nuevo aparato permitía reproducir los discos de manera eléctrica, ya que hasta entonces se hacía de forma mecánica, mediante una manivela. Esta nueva forma de reproducir el sonido supone un gran avance, ya que se podía controlar el volumen, mejoraba sustancialmente la calidad del sonido, y como el brazo es menos pesado contribuía a que los discos no se desgastaran tan rápido.
Con el tiempo fueron apareciendo tocadiscos mejorados, en los que el brazo retornaba a su lugar de forma automática y apagaba sólo su motor, los que cambiaban de cara el disco automáticamente, etc.
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El tocadiscos se popularizó en la década de 1940, pero no fue hasta las décadas de los 60 y 70 cuando vivió su época dorada. Su producción se fue abaratando, se crearon modelos portátiles, y su venta creció como la espuma. En los 70, la alta fidelidad convirtió a los discos de vinilo en elementos muy precisos, con una calidad de sonido excepcional. Esto los convirtió en los reyes de muchos hogares, aún tras la aparición del cassette. No fue hasta entrada la década de los 90, con el lanzamiento del Compact Disc (CD), que cayeron un poco en el olvido, aunque nunca han dejado de comercializarse.
Pero actualmente los discos en vinilo está resurgiendo con fuerza, y muchos artistas actuales se están animando a editar sus discos también en este formato. Como consecuencia, la sección de tocadiscos en tiendas de electrónica ha aumentado exponencialmente en los últimos años, pudiendo encontrar desde tocadiscos portátiles ultra-minimalistas, a verdaderas maravillas de estética retro.
Radiocasete & Walkman
En 1963 Philips revoluciona la industria musical creando un nuevo formato: la cinta de casete. Una pequeña cajita de plástico con dos carretes de cinta magnética en su interior que permitían la grabación/reproducción de audio de 30 minutos por cada cara. Los primeros álbumes que se comercializaron en este nuevo formato fueron lanzados en Alemania en 1964 y enseguida se extendieron por el resto de Europa, aterrizando en Estados Unidos dos años más tarde, en 1966.
A raíz de la invención de este nuevo formato, a mediados de la década de los 70 se comenzaron a crear equipos portátiles para que el casete pudiese ser reproducido en cualquier lugar: los famosos radiocasetes. Estos nuevos reproductores leen las cintas de casete mediante dos cabezales, mientras la cinta va rotando. Al rotar, van leyendo los impulsos magnéticos grabados en la cinta y los convierten en impulsos eléctricos que se transforman en vibraciones sonoras.
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También a mediados de los 70, la empresa japonesa Maxell lanza otro producto que populariza todavía más los casetes: las cintas vírgenes. ¿Quién no recuerda esos refritos de canciones grabadas de la radio, cruzando los dedos para que el locutor se mantuviese callado durante todo el tema? Aquellos recopilatorios caseros, precursores de las actuales playlist, marcaron la infancia de millones de jóvenes ochenteros.
Pero el gran auge del casete no llegó hasta 1979, cuando Sony creó su popular Walkman, ese reproductor portátil que marcaría a varias generaciones. No había joven en los 80 (e incluso ya entrados los 90) que no tuviese uno en su haber y pasease orgulloso por la calle escuchando sus cintas favoritas.
Los casetes fueron los reyes del sonido durante toda la década de los 80, e incluso hasta bien entrados los 90, cuando un nuevo formato logró desbancarlos.
La llegada del CD
El 1 de octubre de 1982 salió al mercado el primer disco en formato CD y el primer reproductor de música capaz de reproducir este nuevo formato. Este hito vino de la mano de dos grandes fabricantes: Sony y Philips, quienes durante toda la década de los 70 aunaron fuerzas para desarrollar este nuevo soporte musical.
Estos reproductores se basan en la lectura óptica: el lector emite un rayo láser que incide sobre la capa de aluminio reflectante del disco y la luz es reflejada dispersando y reencaminado los datos mediante una serie de lentes hacia un fotodiodo receptor.
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Por supuesto, este nuevo lanzamiento también afectó a los estudios de grabación, que tuvieron que adaptar sus sistemas para captar en origen el sonido con la mejor calidad posible usando procesos de grabación y edición digitales. Esto se empleó por primera vez en el disco The Visitors de ABBA (grabado en 1981 y lanzado al mercado en 1982), en la Sinfonía Alpina de Richard Strauss y en los valses de Frédéric Chopin interpretados por el pianista chileno Claudio Arrau. No obstante, finalmente el primer disco que se puso a la venta en CD fue el 52nd Street de Billy Joel. Sus ventas, como era de esperar, fueron muy escasas, dada la limitada expansión de esta tecnología por aquel entonces. Hubo que esperar 3 años más para que el mítico Brothers in Arms de los Dire Straits, se convirtiera en el primer disco capaz de vender un millón de copias de su álbum en formato CD.
En 1984 se creó el sustituto del walkman: el discman. Un reproductor de CD portátil que se convertiría en el tesoro más preciado de los jóvenes durante la década de los 90.
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A pesar de que su creación se remonta a principios de los 80, no fue hasta finales de este década cuando su uso se hace masivo y relega completamente a las cintas de cassette, y su reinado se extiende hasta ya entrado el año 2000, cuando se comenzó a popularizar el MP3.
Adiós al formato físico: llega el MP3
Llegamos a la era en la que desaparece el formato físico y los discos se almacenan en archivos para PC. Sí, estamos hablando del MP3. El MP3 es un formato que comprime las pistas de audio en una memoria, dando lugar a un archivo de lectura de una capacidad mucho menor. No obstante, una vez comprimida esta información no puede recuperar su forma original. Uno de los puntos fuertes de este formato es que permite ahorrar gran cantidad de espacio, reduciendo hasta en 12 o 15 veces la capacidad del archivo original sin comprimir.
Los reproductores de MP3 pueden leer estos nuevos archivos gracias a un software que transforma estos códigos durante la compresión en una señal eléctrica para así poder ser escuchada.
Este formato fue desarrollado en el Instituto Fraunhofer IIS (perteneciente a la red de centros de investigación alemanes) principalmente por el ingeniero Leonardo Chiariglione y por su director de tecnologías de medios electrónicos Karlheinz Brandenburg, quienes junto con Thomson Multimedia (la actual Technicolor) cuenta con la gran mayoría de las patentes relacionadas con el MP3.
A principios de la década de los 90, el Instituto Fraunhofer creó el primer reproductor MP3, el cual no tuvo mucho éxito. Hubo que esperar hasta 1997, cuando el programador croata Tomislav Uzelac inventó el AMP: el primer reproductor de MP3 que cosechó un gran éxito de ventas y cuya distribución a nivel mundial se dio a lo largo de 1998.
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Durante la primera mitad de la década de los 2000, los reproductores de MP3 fueon un éxito. El lanzamiento de los iPod de Apple acabó por encumbrar este formato, y no había fabricante de electrónica que no tuviese uno (o varios) modelos de reproductor de MP3 en su catálogo. Con el tiempo estos dispositivos se fueron mejorando: ampliaron las capacidades de almacenamiento, e incluso permitían reproducir otros tipos de archivos multimedia, como fotos o videos, convirtiéndose en todo un objeto de deseo para los jóvenes de la época.
El MP3 fue además el estándar elegido para las plataformas de streaming, las cuales acabaron finalmente por derrotar a los reproductores de MP3. A pesar de que a día de hoy hay quien los sigue utilizando, plataformas como Spotify han convertido a nuestro teléfono en un perfecto reproductor, sin necesidad de necesitar otro aparato que realice esta función.
La era del streaming
Cuando hablamos de streaming, hablamos de una forma de consumir contenido digital a través de la red, sin necesidad de tener que descargarlo previamente. Se trata de contenido almacenado en la nube que podemos reproducir directamente en nuestros ordenadores, tablets o smartphones.
Pero, como imaginaréis, esto no surgió de la noche a la mañana. Para que esta tecnología pudiese tener éxito a nivel global, se necesitaban, principalmente, equipos capaces de reproducir este contenido y redes virtuales en Internet capaces de distribuir este contenido masivamente.
Los canales de radio por internet supusieron el primer boom del streaming, ya que no se necesitaba demasiada potencia para sintonizar el audio. Pero por supuesto, la evolución de este formato buscaba la reproducción de contenidos en vídeo. Cuando surgieron las primeras transmisiones en tiempo real sólo las visualizaban 2 ó 3 personas, ya que no había la capacidad de hacerlo escalable, y eran emisiones de unas 4 horas como máximo.
En 1993, gracias a la plataforma Mbone se retransmitió en directo un concierto del grupo Severe Tire Damage, lo que supuso todo un hito en aquel momento. Un año más tarde, los Rolling Stones harían lo propio. Habría que esperar hasta 1997 para ver el primer sistema de reproducción de vídeo en streaming: RealPlayer. Durante los años posteriores, se crearon más programas y los dispositivos fueron mejorando muy rápidamente.
2005 fue un año crucial para el streaming gracias a la creación de Youtube, el que es a día de hoy el mayor distribuidor de contenido de vídeo en streaming y el segundo buscador más utilizado del mundo, sólo por detrás de Google.
Actualmente, plataformas como Spotify o Netflix forman parte de nuestra vida cotidiana, proporcionándonos un catálogo infinito de contenido multimedia, pero resulta interesante saber qué nos ha traído hasta este momento. Y, viendo cómo ha evolucionado todo… ¿quién sabe cómo escucharemos música en 20 años?
